¿Qué son las aguas negras y por qué deben ser tratadas?
El término aguas negras hace referencia a las aguas residuales que quedan después de la intervención humana, lo que altera la composición natural del vital recurso con desechos orgánicos o químicos. Conocidos también con el nombre de aguas cloacales, o residuales, son desechos y deben recibir tratamiento adecuado antes de devolverse al medio ambiente para evitar problemas relacionados a la contaminación, como enfermedades gastrointestinales y alteraciones destructivas para el ecosistema.
¿Por qué deben tratarse las aguas negras?
En todos los hogares y otros asentamientos humanos se producen distintos tipos de desechos. Aquellos que suelen vertirse en el sistema de cloacas y alcantarillas puede dividirse en dos tipos: aguas grises y agua negras. Las aguas grises son aquellas que se derivan de su uso en duchas, bañaderas, bachas, lavarropas y lavavajillas. Pueden contener algo de jabón y algunos residuos sólidos. Las aguas negras pueden incluir las aguas grises, pero también están compuestas por sustancias orgánicas y minerales que provienen de la materia fecal y otros desechos orgánicos.
Por esta razón las aguas residuales tienen una carga patógena importante, ya que están cargadas con bacterias y microorganismos que provienen del tracto intestinal. Hay grupos de bacterias que producen enfermedades como el cólera, la fiebre tifoidea, disentería, entre otras. En las aguas negras también pueden encontrarse los virus que causan hepatitis infecciosa y poliomelitis, además de microorganismos que producen parásitosis como amebiasis y bilharziasis.
Es la carga patógena lo que hace que este tipo de afluentes sea considerado peligroso, haciendo que el tratamiento adecuado y eficiente de las aguas negras sea una característica fundamental y no negociable en todo asentamiento humano. El manejo inadecuado de estos desechos puede traer consecuencias devastadoras para las personas y el medio ambiente.
La importancia del tratamiento de las aguas negras
En la historia humana es sencillo trazar una línea histórica entre el desarrollo de las civilizaciones, su salud y el tipo de sistema de saneamiento de aguas cloacales. Los romanos implementaron un exitoso sistema de acueductos y alcantarillados, en el que se separaron las aguas negras y las aguas grises de los baños y termas, destinando estas últimas para baldear las letrinas públicas; aunque las aguas negras se seguían vertiendo sin tratamiento a los ríos.
Con la caída del imperio Romano y la llegada de la Edad Media, estos adelantos se olvidaron y comenzaron a arrojar los excrementos a la calle. En algunas ciudades se implementaron pozo ciegos que de nada servían, ya que se desbordaron en muy poco tiempo. Con la suciedad proliferaron las ratas y moscas; así que no es de extrañar que se desató una epidemia de Cólera y peste que terminó con una cuarta parte de la población europea.
Estos ciclos de enfermedad, peste y muerte se repitieron de forma continua a lo largo de la historia en Europa. Ejemplo de esto fue The Great Stink o La Gran Peste, un periodo de tiempo del verano de 1858 en el que los residuos de las aguas negras vertidas en el río Támesis crearon tal hedor que hicieron casi imposible la vida en Londres. En esa época los médicos descubrieron la relación entre el cólera y la contaminación de los pozos subterráneos por la filtración de los pozos negros; pero no fue sino hasta finalizado el siglo XIX que los avances técnicos permitieron la creación de tratamientos más o menos adecuados para las aguas negras.
La historia se encarga de ofrecernos ejemplos reales y alarmantes que nos demuestran lo que ocurre cuando los seres humanos no nos encargamos de nuestros desechos: enfermedades, pestes, malos olores, contaminación ambiental, acciones tóxicas sobre el ecosistema y más. Todo resumido en la muerte inminente de las personas y del ecosistema.
¿Cómo deben tratarse las aguas negras?
El sistema ideal para el tratamiento de las aguas servidas siempre serán las plantas de tratamiento de las ciudades, donde se someten a tratamientos físicos y químicos que permiten devolver las características naturales al agua antes de devolverlas al medio ambiente. Pero no siempre se tiene la opción de conectarse a los sistemas de alcantarillado público, ya sea porque se está en una zona rural o porque el sistema está colapsado.
El tiempo nos ha demostrado la ineficacia e inconvenientes de métodos como los pozos ciegos, que son apenas un agujero profundo en la tierra donde se vierten los desechos, con la esperanza de que la naturaleza se encargue de degradarlos. La verdad es que estos sistemas rudimentarios se colapsan con facilidad, mientras que si bien podrían encargarse de algunos compuestos biológicos, permiten que los agentes patógenos (virus, bacterias y otros microorganismos) pasen intactos a las napas subterráneas y hasta a alimentos que pueden estar sembrados en la cercanía.
Las camaras sépticas pueden tener cierta efectividad, pero la verdad es que presentan el inconveniente de que deben ser vaciados cada cierto tiempo, así que pueden rebasarse, causar malos olores y ocasionan gastos extras que no siempre se pueden sostener. Por otra parte, si no están bien construidas pueden filtrar microorganismos patógenos, virus y bacterias al terreno y a las fuentes de agua.
En el caso de que no sea posible acceder a las redes cloacales públicas la mejor opción a nivel de inversión y eficiencia siempre será el biodigestor autolimpiable. Es el único sistema que ofrece un tratamiento real, ecológico y eficiente de las aguas negras sin contaminar las fuentes de agua ni el medio ambiente. Tiene un funcionamiento autónomo, es duradero y fácil de instalar. Si deseas evitar enfermedades mientras cuidas el equilibrio ecológico, el biodigestor es la alternativa ideal y lo puedes encontrar en el catálogo de productos Rotoplas.