Qué es la conductividad eléctrica y cuál es su importancia para los cultivos
Hablar de producción agrícola es hablar de decisiones técnicas que, aunque parezcan pequeñas, tienen un enorme impacto en el rendimiento de los cultivos. Una de esas variables, que muchas veces pasa desapercibida para quienes no están en el día a día del campo, es la conductividad eléctrica.
Este indicador está directamente relacionado con la presencia de sales disueltas en el agua y, por extensión, en el suelo. Si los niveles no se encuentran en un rango adecuado, las raíces de las plantas tendrán más dificultades para absorber agua y nutrientes, incluso aunque éstos estén disponibles. En palabras simples: no se trata sólo de cuánto fertilizante se aplica, sino de qué tan accesible resulta para la planta.
El asunto no es tan lineal como podría creerse. Distintos cultivos toleran valores de conductividad diferentes, las condiciones climáticas alteran la capacidad de absorción y hasta el tipo de suelo puede modificar los resultados. Esa combinación de factores hace que medir y gestionar la conductividad sea una tarea central en la agricultura moderna.
Conductividad eléctrica y salinidad del suelo
La salinidad es un factor abiótico decisivo para los cultivos. Cuanta más concentración de sales en el suelo y en el agua de riego, más difícil resulta para la planta absorber la humedad necesaria. El parámetro que permite medir esta condición es justamente la conductividad eléctrica, expresada en miliSiemens por centímetro (mS/cm).
- Menos de 0,8 mS/cm se considera baja.
- Entre 0,8 y 3 mS/cm, moderada a alta.
- Por encima de 3 mS/cm, los cultivos empiezan a tener serios problemas de absorción.
No todas las especies reaccionan igual. Mientras que el maíz puede resentirse con valores medios, cultivos como la cebada o el olivo son más tolerantes. Además, el clima juega su papel: en ambientes húmedos, las plantas logran resistir mejor la salinidad.
Un detalle que no se puede perder de vista es que cada fertilizante o enmienda incorporada al suelo también modifica la conductividad. Por eso, es recomendable analizar no sólo el agua de riego, sino también los insumos que se aplican.
Cómo se mide la conductividad eléctrica
El método clásico es sencillo, aunque requiere paciencia: se toma una muestra de suelo, se la mezcla con agua destilada, se agita durante media hora, se filtra y luego se mide con un conductímetro.
En la actualidad, cada vez más productores eligen sondas iónicas que permiten obtener lecturas directas en el campo, con menos margen de error por manipulación. Estas herramientas hacen posible construir mapas de conductividad, muy útiles para definir manejos diferenciados en cada lote.
Hay que recordar que la tierra debe estar húmeda para poder medir, ya que los iones necesitan de un medio acuoso para desplazarse. La textura del suelo también influye: uno arcilloso retiene más humedad y puede presentar conductividades más altas que un arenoso, aunque se fertilicen de la misma manera.
pH y disponibilidad de nutrientes
El pH del suelo es otro parámetro que se analiza junto a la conductividad. No es lo mismo tener un sustrato ácido que alcalino: en el primer caso se dificultará la absorción de nitrógeno, calcio o potasio; en el segundo, de hierro, zinc o cobre.
La mayoría de los cultivos prosperan en valores que rondan entre 5,5 y 6,8, es decir, levemente ácidos o neutros. Si los valores se alejan demasiado de ese rango, se puede corregir agregando sustancias como azufre para bajar el pH o carbonato de calcio para subirlo.
Cuando se cruzan los datos de pH y conductividad, el productor obtiene una radiografía bastante precisa de la fertilidad del suelo y puede planificar las aplicaciones de manera más ajustada.
Factores que alteran la conductividad
No siempre el resultado de un análisis refleja únicamente lo que se agregó como fertilizante. También influyen:
- Temperatura: a mayor calor, los iones se mueven con más rapidez, aumentando la conductividad.
- Textura y porosidad: suelos compactos dificultan la movilidad de sales, mientras que los más porosos favorecen la absorción.
- Materia orgánica: su descomposición libera nutrientes que también pueden elevar los valores.
- Sales en el agua de riego: incluso un recurso hídrico cristalino a simple vista puede contener una carga de sales significativa.
Este cóctel de variables explica por qué dos lotes vecinos pueden dar lecturas muy distintas.
Conductividad térmica y su relación con el suelo
Aunque suele hablarse menos, la conductividad térmica también tiene su importancia en la agricultura. Se trata de la capacidad de un material para transmitir calor. Un suelo arcilloso y húmedo, por ejemplo, conducirá más calor que uno arenoso y seco. Esto influye en la temperatura radicular y, en consecuencia, en la velocidad de crecimiento de la planta.
La humedad, otra vez, es determinante. Un suelo con baja retención de agua tendrá menor capacidad de conducir tanto calor como electricidad.
Cómo mejorar las condiciones del suelo
El primer paso es conocer qué rango de conductividad es apropiado para el cultivo en cuestión. Una vez hecho el diagnóstico, hay distintas prácticas:
- Lixiviación: lavado del suelo mediante riegos abundantes que arrastran el exceso de sales.
- Selección de fertilizantes: optar por productos de baja salinidad o ajustar las dosis para evitar acumulaciones.
- Manejo del riego: un suministro insuficiente puede dejar sales concentradas en superficie, mientras que un exceso también puede arrastrar nutrientes valiosos.
- Rotación de cultivos: algunas especies ayudan a mantener el equilibrio, ya que consumen nutrientes de manera distinta.
Como suele pasar en el campo, no hay recetas únicas. Lo que funciona en una zona con suelos livianos y lluvias frecuentes puede no ser viable en otra con arcillas pesadas y escasez de agua.