Labranza ocasional: ¿la solución contra las malezas?

Durante décadas, el dilema entre labranza y siembra directa marcó la agenda del agro en Argentina y en gran parte del mundo. Con el paso del tiempo, la siembra directa se consolidó como una aliada de la sustentabilidad, por su capacidad de conservar la humedad y proteger la estructura del suelo.

Sin embargo, en los últimos años, la resistencia de las malezas a herbicidas puso a los productores frente a un nuevo escenario. En campos donde el uso de glifosato y otros químicos perdió efectividad, se empezó a reconsiderar la posibilidad de recurrir a la llamada labranza ocasional.Este concepto no implica volver a la vieja práctica del arado intensivo, sino pensar en un recurso puntual, utilizado con cuidado y planificación, que permita dar un respiro al sistema y recuperar el control frente a especies cada vez más agresivas como Amaranthus, Sorghum halepense o Conyza.

¿Qué es la labranza ocasional?

La labranza ocasional se define como una intervención mecánica esporádica sobre el suelo, que rompe el ciclo de las malezas resistentes y oxigena el perfil. No busca reemplazar la siembra directa, sino actuar como un complemento cuando el problema de infestación amenaza con desbordar al sistema productivo.

En la práctica, se trata de pasadas controladas de rastra, escarificadores o cultivadores, realizadas de manera puntual y estratégica. Su uso más común se da en lotes donde las malezas han desarrollado una resistencia múltiple y la presión es tal que los herbicidas ya no alcanzan.

Un dato clave: la labranza ocasional no se plantea como receta universal, sino como “una herramienta más en la caja” del productor. La frecuencia suele limitarse a una intervención cada varios años, lo cual la diferencia de la labranza convencional, que afectaba de manera repetida la capa superficial del suelo.

El problema de las malezas resistentes

En la Argentina, los casos de resistencia de malezas crecieron de manera exponencial en la última década. Según relevamientos del REM (Red de Manejo de Malezas Resistentes de Aapresid), hay más de 40 biotipos resistentes a diferentes modos de acción de herbicidas.El impacto económico no es menor: en lotes donde proliferan especies como yuyo colorado o rama negra, los costos de control pueden duplicarse, sin garantizar resultados satisfactorios. Frente a esta situación, muchos productores empezaron a barajar alternativas mecánicas, con la esperanza de “resetear” el suelo y reducir la población de semillas en superficie.

Ventajas de la labranza ocasional

Entre los beneficios más mencionados por especialistas y productores aparecen:

  • Reducción del banco de semillas de malezas: al enterrar o exponer semillas a la desecación y predación, se disminuye su capacidad de germinar.
  • Disminución de la dependencia química: permite bajar la presión sobre herbicidas y, en consecuencia, retrasar la aparición de nuevas resistencias.
  • Mejora en la infiltración: algunos equipos alivianan la compactación superficial y favorecen la entrada de agua en el perfil.
  • Versatilidad: en cultivos como maíz o sorgo, la labranza puntual puede integrarse al planteo sin grandes complicaciones.

Un ejemplo concreto se vio en el sur de Córdoba, donde tras varios años de alta infestación de sorgo de Alepo, un grupo de productores recurrió a un pase de cincel. La experiencia mostró una caída significativa en la densidad de plantas, lo que permitió un mejor arranque de los cultivos posteriores.

Riesgos y limitaciones

No todo es color de rosas. La labranza ocasional también tiene puntos débiles que merecen atención.

  • Pérdida de cobertura: remover el suelo implica dejarlo más expuesto a la erosión, especialmente en regiones ventosas o con lluvias intensas.
  • Afectación de la biología del suelo: los organismos que prosperan en sistemas de siembra directa pueden ver alterado su hábitat.
  • Costo operativo: aunque no es tan elevado como una aplicación química, implica uso de maquinaria y combustible.
  • Efecto temporal: los beneficios suelen durar poco tiempo, por lo que no puede considerarse una solución permanente.

Los técnicos suelen remarcar que una sola intervención mal planificada puede tirar por la borda años de conservación de suelo. Por eso, la clave está en usarla con criterio, en momentos específicos y de la mano de un asesoramiento técnico serio.

El rol de la rotación y la cobertura

La discusión sobre labranza ocasional no puede aislarse del manejo integral del sistema. Los cultivos de cobertura, por ejemplo, son una de las mejores estrategias para reducir la presión de malezas y mejorar la estructura del suelo.

Al sembrar especies como centeno o vicia, se logra sombrear el terreno, reducir la disponibilidad de luz y dificultar la emergencia de malezas. Además, aportan materia orgánica y mejoran la biodiversidad en el suelo.

En ese sentido, la labranza ocasional debería verse como un complemento de estas prácticas, no como un reemplazo. La combinación de rotación de cultivos, cultivos de servicio y aplicaciones bien dosificadas ofrece un abanico de soluciones más robusto.

Opiniones encontradas

En los congresos y jornadas técnicas, el debate suele encenderse. Algunos investigadores consideran que abrir la puerta a la labranza ocasional implica retroceder en lo ganado con la siembra directa. Otros, en cambio, defienden que negar esta opción puede dejar a los productores sin herramientas frente a infestaciones incontrolables.

Un dato curioso es que en países como Brasil y Estados Unidos, donde la siembra directa también tiene gran protagonismo, la labranza ocasional se utiliza de manera más extendida, aunque siempre con el rótulo de “excepcional”.

En Argentina, la resistencia cultural a abandonar el 100% de siembra directa es más fuerte, pero poco a poco empiezan a aparecer experiencias que demuestran que la combinación puede funcionar, si se hace con cuidado.

¿Hacia dónde va la discusión?

La respuesta probablemente no sea única. El futuro del manejo de malezas parece pasar por un enfoque integrado, donde lo químico, lo mecánico y lo biológico se complementen.

La incorporación de nuevas tecnologías, como sensores que detectan malezas en tiempo real o drones que permiten monitorear la densidad poblacional, también se perfilan como aliados clave.

La labranza ocasional no es una panacea, pero tampoco un tabú. Se trata de una alternativa que, utilizada con moderación y criterio técnico, puede ofrecer soluciones concretas en escenarios críticos.

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