Cómo programar la fertilización oportuna en trigo
El trigo sigue siendo una pieza clave de la rotación agrícola argentina. En zonas trigueras como el sur de Buenos Aires, el centro de Santa Fe y el sudeste de Córdoba, la fertilización adecuada marca diferencias enormes en kilos logrados y en calidad panadera. Sin embargo, programar el momento y la dosis no es tan simple como “aplicar más para cosechar más”.
La realidad de los suelos argentinos, con fósforo en niveles decrecientes y balances de nitrógeno cada vez más ajustados, obliga a pensar estrategias más finas. A eso se suma la variabilidad climática, que puede transformar un manejo exitoso en pérdida si no se ajusta a tiempo.Hoy la pregunta de los productores es clara: ¿cómo aplicar los nutrientes en el momento justo? Los ensayos de INTA y las evaluaciones de Fertilizar Asociación Civil muestran que las respuestas a nitrógeno, fósforo y azufre dependen del ambiente, el manejo y hasta del cultivar elegido. La fertilización es una decisión estratégica que combina diagnóstico, logística y lectura de cada campaña.
El diagnóstico de suelo: punto de partida ineludible
Un análisis de suelo no es un trámite burocrático: es la base para decidir cualquier fertilización. El nivel crítico de fósforo Bray (15 ppm) sigue siendo referencia en trigo. Debajo de ese umbral, la respuesta a la aplicación de fósforo es casi segura. En cuanto al nitrógeno, se trabaja con el concepto de balance de N disponible: aporte del suelo + fertilización – demanda del cultivo.
INTA y Fertilizar recomiendan pensar en objetivos de rendimiento. Por ejemplo, en la región pampeana un trigo con potencial de 4.500 kg/ha requiere entre 120 y 160 kg N/ha totales (sumando lo que aporta el suelo y lo que se agrega como fertilizante).
Nitrógeno: el motor del rinde y la proteína
El nitrógeno es el nutriente que más impacta en el rinde y en la calidad de grano. La decisión crítica está en cuándo aplicarlo. Según el INTA Pergamino, fraccionar la dosis permite ajustar a la oferta hídrica y minimizar pérdidas por lixiviación o volatilización.
- Aplicar todo a la siembra asegura arranque, pero aumenta riesgos en años húmedos.
- Dividir entre siembra y macollaje mejora la eficiencia y acompaña la definición de espigas.
- Una tercera aplicación, en hoja bandera o encañazón, puede elevar el contenido de proteína y mejorar calidad panadera.
Ensayos de INTA Balcarce mostraron que el agregado de 120 kg N/ha elevó el rinde en promedio 800-1000 kg/ha respecto al testigo, aunque la magnitud de la respuesta varió según disponibilidad de agua
Fósforo: asegurar la base desde el arranque
A diferencia del nitrógeno, el fósforo no se puede “corregir después”. La aplicación debe hacerse al inicio, localizada en la línea de siembra. Según Fertilizar AC, el 70% de los suelos trigueros argentinos muestran deficiencias de fósforo.
En ensayos de larga duración en Pergamino, la aplicación de fósforo no solo aumentó el rinde del trigo, sino que también dejó un efecto residual positivo en maíz y soja dentro de la rotación. Eso convierte la decisión en una inversión que trasciende la campaña puntual.
Azufre: respuestas crecientes en la región pampeana
El azufre, históricamente relegado, se convirtió en un nutriente de impacto. En suelos arenosos y con bajo contenido de materia orgánica, los ensayos muestran respuestas claras.
Un trabajo publicado en Ciencia del Suelo (2006) en Balcarce indicó que aplicar 15 kg S/ha junto con N incrementó el rendimiento de 4.172 a 4.748 kg/ha en una campaña. Además, mejoró la eficiencia del uso del N aplicado.
En suelos arenosos de la Pampa Arenosa, el agregado de S sumó en promedio 232 kg/ha adicionales, aunque solo en un 38% de los sitios evaluados. Esto muestra que la respuesta al S no es generalizada, sino dependiente del ambiente.
Micronutrientes y la “letra chica”
Si bien los macronutrientes se llevan el protagonismo, en algunas zonas empiezan a observarse deficiencias de micronutrientes como zinc y cobre. INTA y AAPRESID han documentado que, aunque las respuestas no siempre son espectaculares, en ambientes de alta productividad estos micronutrientes pueden marcar diferencias de calidad y sanidad del cultivo.
Diferencias regionales: un país, muchos trigos
No todos los ambientes trigueros responden igual.
- Sur bonaerense: con mayor potencial, la fertilización nitrogenada fraccionada es casi obligatoria.
- Sudeste de Córdoba y centro-sur de Santa Fe: la deficiencia de S es frecuente; se recomiendan mezclas de N y S en macollaje.
- NOA y NEA: los trigos de ciclo corto requieren dosis ajustadas de N, pero con menor respuesta a P.
Sudoeste bonaerense: la limitante hídrica condiciona la respuesta al N; el manejo busca asegurar proteína más que kilos.

Calidad panadera y proteína: no es solo rinde
En el mercado, un trigo con 11,5-12% de proteína puede recibir bonificaciones, mientras que por debajo de 10% puede sufrir castigos. La proteína se define principalmente por la disponibilidad de N en encañazón y llenado de grano.
Por eso, muchos asesores sugieren una tercera aplicación de N tardía en lotes destinados a la industria molinera, aunque el impacto en rinde sea menor. La lógica es simple: calidad también paga.
Tecnología al servicio de la decisión
La programación de la fertilización se volvió más precisa gracias a nuevas herramientas:
- Sensores remotos (NDVI) para monitorear el estado del cultivo.
- Test rápidos de nitratos en suelo durante macollaje.
- Modelos de simulación que estiman demanda de nutrientes según clima proyectado.
Estos recursos permiten ajustar la segunda o tercera dosis de N con más certeza, reduciendo el riesgo de sobre o subfertilización.
Impacto económico: kilos que justifican la inversión
Según Fertilizar AC, en la campaña 2023 los lotes con manejo adecuado de nutrientes rindieron en promedio 900 kg/ha más que los no fertilizados. Traducido: en un trigo de 4.000 kg/ha, esa diferencia representa casi un 25% más de ingreso.
La relación insumo/producto también es favorable: con 3-4 kg de trigo se paga 1 kg de urea. En años de precios ajustados, esa relación sigue siendo atractiva si el manejo se hace con precisión.
Programar sin rigidez
La conclusión no es seguir un manual cerrado, sino diseñar un plan base flexible:
- P en la línea de siembra.
- Una parte de N inicial y otra fraccionada según evolución del cultivo.
- Decidir S y micronutrientes con diagnóstico de lote.
- Ajustar con clima y pronósticos en mano.
La fertilización oportuna en trigo no se trata de “aplicar más”, sino de aplicar bien y en el momento justo.
Programar la fertilización en trigo es combinar ciencia y experiencia. Los datos de INTA y Fertilizar muestran que no hay una receta universal: cada región, cada suelo y cada campaña tienen su lógica. Lo que sí queda claro es que un manejo basado en diagnóstico, fraccionamiento y flexibilidad marca la diferencia entre un trigo que paga los costos y uno que deja margen y calidad.