Clasificación y tipos de insecticidas agrícolas
En este artículo, Rotoplas te cuenta todo lo que tenés que saber sobre los insecticidas: qué son, cómo se clasifican, cuáles son sus ventajas y desventajas, y cómo hacer un uso de insecticidas responsable.
¿Qué son los insecticidas?
Los insecticidas agrícolas son fitosanitarios. Elaborados con compuestos químicos, se utilizan para prevenir, controlar, repeler o exterminar insectos que pueden ser portadores de enfermedades en los cultivos. Se producen en distintas formas: en polvo, gases, líquidos, aerosoles, e incluso en tratamientos de semillas, entre otros.
Forman parte de los plaguicidas, que se utilizan para combatir a distintos organismos que puedan afectar a los cultivos, ya sean malezas, insectos, enfermedades o plagas. En este caso, los insecticidas se usan para combatir los daños que puedan ser causados por plagas de insectos, afectando a la salud de los consumidores o afectando la producción de los cultivos.
El uso de insecticidas para plantas ha sido siempre objeto de debates, y la manera de elaborarlos fue variando a lo largo de los años. En un comienzo, los utilizados eran sumamente fuertes y fulminantes, pero actualmente se opta por la fabricación de insecticidas químicos suaves, que no persistan en el ambiente y funcionen como repelentes. Con el avance de la preocupación por la relación entre los modos de producción y el cambio climático, también se fomenta el uso de insecticidas orgánicos e insecticidas biológicos en la agroindustria.
La producción y venta de insecticidas se encuentra regulada y, antes de ingresar un producto al mercado, es estudiado con cautela. Para su producción se fijan límites contenidos mínimos o grados de “pureza”, es decir, la proporción de la sustancia de agente activo que poseerá la fórmula. Además, varían sus características en cuanto a químicos y toxicología dependiendo de la plaga y cultivo que sean tratados.
Clasificación y tipos de insecticidas agrícolas
Como mencionamos anteriormente, existe una clasificación de insecticidas, ya que no son idénticos entre sí y varían según el uso que se les dé, las características del entorno donde sean aplicados, el modo de acción que tendrán y los materiales con los que los insecticidas agrícolas son producidos. No afectan a las plantas, pero sí pueden ser dañinos para otras especies o para el ambiente. Por eso, es importante considerar las distintas características, evaluar cuál es el que conviene aplicar y así evitar una intoxicación por insecticidas.
Los insecticidas para plantas pueden aplicarse de distintas maneras: por contacto al depositarse sobre el insecto, por ingestión al ser consumido por el insecto en forma líquida o sólida, y por respiración al adentrarse por vías respiratorias.
A su vez, la clasificación de insecticidas se puede guiar por la etapa en la que el insecticida puede ser aplicado: cuando son huevos, larvas o ya insectos desarrollados.
Tipos de insecticidas:
Insecticidas químicos
Dentro de los insecticidas químicos se encuentran los orgánicos y los inorgánicos; dependiendo de su composición química se los calificará en uno u otro.
Insecticidas orgánicos
Los insecticidas orgánicos son aquellos que contienen carbono, organofosforados y organoclorados en su fórmula química. Estos atacan el sistema nervioso central de los insectos, paralizándolos, o interrumpen su crecimiento.
Piretro: Los insecticidas que se basan en el piretro para su formulación tienen poca incidencia en el medioambiente, y por eso resultan beneficiosos para la agricultura. Actúa por contacto con los insectos, no provoca bioacumulación ni residualidad.
Organofosforados: Los insecticidas que lo poseen en su fórmula, al igual que el piretro, también actúa por contacto y provoca acción estomacal. Pueden aplicarse, además, de manera sistémica. Este tipo de insecticida resulta efectivo para combatir vertebrados, y su beneficio también radica en que no son arriesgados para la salud y no tienen incidencia en el medioambiente.
Organoclorados: Los insecticidas organoclorados como DDT, clordano, dieldrín y BHC son sumamente efectivos para aplicarlos con moscas y gusanos. Pero, a diferencia de los insecticidas anteriores, persisten en el medio ambiente y pueden ser perjudiciales para otras especies también, incluyendo animales y seres humanos. Los que tuvieron mayor incidencia en este sentido fueron los fabricados con DDT, por lo que su uso se encuentra prohibido en la mayoría de los países.
Insecticidas inorgánicos
Sílice: deseca y absorbe la capa cerosa de los insectos, deshidratándolos y asfixiándolos.
Ácido bórico: es una cera que absorben los insectos y los ataca estomacalmente.
Insecticidas sistémicos
Los insecticidas sistémicos son aquellos que se colocan por aspersión en la planta y son absorbidos por ella. De este modo, el insecticida se moviliza a través de su savia para combatir a los insectos. No afecta a la planta, sólo la vuelve venenosa para el insecto.
Insecticidas naturales
Los insecticidas naturales, también llamados insecticidas biológicos, son aquellos que tienen prácticamente nula incidencia en el medio ambiente, debido a que se degradan con facilidad. En este tipo de insecticidas se utilizan elementos de origen natural como bacterias, semillas maduras de lirios, nicotina del tabaco, algunas especies de raíces y plantas, entre las que se encuentran el ajo, la menta y el cilantro, entre otras.
Este tipo de insecticidas agrícolas también se caracterizan por no perjudicar a otras especies, evitar que las plagas de insectos se vuelvan más resistentes a ellos y por servir más bien para el control de la permanencia de los insectos.
Insecticidas caseros
Los insecticidas caseros siempre fueron de uso hogareño. Sin embargo, actualmente han ido cobrando fuerza para aplicación de insecticidas agrícolas en los cultivos de gran extensión, y cuentan con el respaldo de especialistas en agronomía.
Pueden elaborarse con una cantidad extensa de materiales naturales, entre los que se encuentran la cebolla, ajo, leche, lavanda, tabaco, sábila, nopal. Funcionan sobre todo como repelentes, y su principal ventaja radica en que no afecta ni a los cultivos ni a animales o personas.
¿Cuáles son los principales insecticidas?
En el ámbito agrícola, el uso de insecticidas es una práctica común para proteger los cultivos de diversas plagas que pueden afectar el rendimiento y la calidad de las cosechas. Los insecticidas utilizados en el agro se clasifican en varios tipos según su origen, modo de acción y el tipo de plagas que combaten.
Uno de los grupos más importantes de insecticidas en la agricultura son los organofosforados. Estos productos químicos sintéticos actúan sobre el sistema nervioso de los insectos al inhibir la enzima acetilcolinesterasa, lo que provoca una acumulación de acetilcolina y, en última instancia, la muerte del insecto. Los organofosforados, como el malatión y el clorpirifós, son conocidos por su eficacia contra una amplia gama de plagas, aunque su uso requiere precaución debido a su toxicidad.
Otro grupo relevante son los piretroides, que también son de origen sintético pero están basados en las piretrinas naturales extraídas de las flores del crisantemo. Estos insecticidas afectan los canales de sodio en las células nerviosas de los insectos, lo que lleva a la parálisis y muerte de las plagas. Los piretroides, como la permetrina y la deltametrina, son muy efectivos contra insectos voladores y rastreros, y se utilizan mucho debido a su rápida acción y relativa baja toxicidad para los mamíferos.
Los carbamatos constituyen otro tipo de insecticida comúnmente utilizado en el agro. Al igual que los organofosforados, los carbamatos inhiben la enzima acetilcolinesterasa, pero suelen tener una acción menos persistente en el ambiente. Ejemplos de este grupo incluyen el carbaryl y el metomil, que son efectivos contra una variedad de plagas, desde escarabajos hasta ácaros.
Nuevas tendencias en insecticidas
En los últimos años, los neonicotinoides fueron ganando popularidad como insecticidas sistémicos. Estos productos se absorben por las plantas y se distribuyen a través de sus tejidos, protegiendo de plagas que se alimentan de la savia o de los tejidos internos. Actúan sobre los receptores nicotínicos de acetilcolina en el sistema nervioso de los insectos, interrumpiendo la transmisión nerviosa
El imidacloprid y el tiametoxam son ejemplos de neonicotinoides, y son especialmente útiles contra plagas como áfidos y mosca blanca.
Además de los insecticidas sintéticos, los insecticidas biológicos están ganando terreno en la agricultura moderna. Estos productos, derivados de organismos vivos o sus productos metabólicos, ofrecen una alternativa más ecológica para el control de plagas. Un ejemplo notable es el Bacillus thuringiensis (Bt), una bacteria que produce toxinas específicas para las larvas de ciertos insectos, como las orugas. Otros ejemplos incluyen hongos entomopatógenos como Beauveria bassiana, que infectan y matan a los insectos plaga.
Finalmente, los reguladores del crecimiento de insectos representan una categoría de insecticidas que funcionan de manera diferente a los productos tradicionales. En lugar de matar a los insectos directamente, estos productos interfieren con su desarrollo, impidiendo que las larvas maduren o que los insectos adultos se reproduzcan. Esto los convierte en una herramienta efectiva para el control de plagas a largo plazo, con menor impacto en el medio ambiente y en los organismos no objetivo.
¿Cuáles son los cuatro modos principales de acción de los insecticidas?
En el ámbito agrícola los insecticidas pueden clasificarse según su modo de acción, es decir, la manera en que actúan para controlar o eliminar a las plagas. Cada uno de los modos de acción tiene sus particularidades: la elección del insecticida para cada caso depende del tipo de plaga que se desea controlar, el cultivo en sí y las condiciones del ambiente.
Los cuatro modos principales de acción de los insecticidas son los siguientes:
Inhibición de la transmisión nerviosa
Este es uno de los modos de acción más comunes y se refiere a insecticidas que interfieren con la transmisión de los impulsos nerviosos en los insectos. Los organofosforados, carbamatos y piretroides entran en esta categoría. Los organofosforados y carbamatos inhiben la enzima acetilcolinesterasa, lo que causa una acumulación excesiva de acetilcolina en las sinapsis nerviosas, provocando parálisis y muerte del insecto.
Por otro lado, los piretroides actúan prolongando la apertura de los canales de sodio en las células nerviosas, lo que también conduce a la parálisis y muerte.
Disrupción hormonal y del desarrollo
Los insecticidas que actúan por este modo interfieren con el sistema endocrino de los insectos, afectando su crecimiento y desarrollo. Estos productos, conocidos como reguladores del crecimiento de insectos (IGR, por sus siglas en inglés), impiden que las larvas se conviertan en adultos o interfieren en el proceso de muda. Entre los ejemplos que incluyen los inhibidores de la síntesis de quitina podemos mencionar el diflubenzuron, que impide la formación de la cutícula en los insectos, y los análogos de hormonas juveniles, que mantienen al insecto en una fase larval, evitando su maduración.
Interferencia con la respiración celular
Este modo de acción incluye insecticidas que bloquean procesos esenciales de la respiración celular en los insectos, impidiendo que las células produzcan la energía necesaria para su supervivencia. Los insecticidas como los avermectinas y las espinosinas atacan los receptores GABA o los canales de cloruro, interrumpiendo la función de los nervios y músculos y provocando parálisis.
Otros compuestos, como los rotenoides, inhiben la cadena de transporte de electrones en las mitocondrias, lo que conduce a la muerte del insecto por falta de energía.
Toxicidad por contacto e ingestión
Este modo de acción incluye insecticidas que actúan al ser absorbidos directamente a través de la cutícula del insecto (por contacto) o cuando el insecto los ingiere (por ingestión). Estos insecticidas pueden afectar varios sistemas dentro del insecto, dependiendo de la sustancia química. Por ejemplo, los neonicotinoides actúan sobre los receptores nicotínicos de la acetilcolina, y los piretroides interfieren con los canales de sodio en la membrana celular. Este tipo de insecticidas puede tener una acción rápida y es efectivo contra insectos que entran en contacto con las plantas tratadas o que las consumen.